Miguel Ángel Ariño, Profesor de Análisis de Decisiones y Pablo Maella, Senior Lecturer de Dirección de Personas, IESE Business School

Dependiendo de la forma de ser de cada uno, nos gusta más o menos tomar decisiones. Pero decidir es un hecho irremediable. A la decisión va unida la posibilidad de error, lo que nos deja intranquilos. Hay unos errores muy frecuentes que solemos cometer a la hora de decir. Conocerlos facilitará el que no caigamos en ellos y así evitar tropezar una y otra vez con la misma piedra. Estos errores son:

1. Buscar la decisión perfecta
Buscar la perfección en nuestras decisiones añade una presión innecesaria y suele generar «parálisis por análisis». A nadie le gusta equivocarse, pero hay que perder el miedo y asumir que decidir es tomar riesgos: unas veces acertaremos y otras no. El error forma parte del aprendizaje.
A la pregunta de cuál había sido la canasta que más le había dolido fallar, un conocido jugador de baloncesto norteamericano a punto de retirarse respondió: «Aquella que no me atreví a tirar».

2. Ser poco realista
Tendemos a ver las cosas como nos gustaría que fueran y eso nos lleva a confundir los deseos con la realidad. Ante una situación, solemos posicionarnos con una alternativa y no somos capaces de ver más allá ni de considerar que puede haber otras opciones mejores. Más aún: solemos magnificar sus aspectos positivos y minimizar los negativos.

Una práctica útil para evitar este sesgo es tratar de distinguir los datos, que siempre son objetivos de las opiniones subjetivas.

3. Hacerse trampas
El modo en que nos presentan o presentamos una situación condiciona nuestra elección. Por ejemplo, cuando a ciertos pacientes de un tipo de cáncer se les informó de que la tasa de supervivencia un año después de una operación era del 68%, un porcentaje significativo aceptó operarse. En cambio, de otro grupo al que se indicó que el 32% de los operados fallecen antes de un año, nadie aceptó la intervención. Las dos informaciones dicen lo mismo, pero se presentan de un modo distinto.

Para evitar el autoengaño es importante intentar ver las cosas desde distintos prismas, generar otras posibles alternativas y también reposar la decisión.

4. Decidir según las modas
Hay algo peor que estar equivocado: ser el único que lo está. Hacer lo que hacen los demás es más cómodo y, sobre todo, nos protege del ridículo. De ahí nuestra tendencia a seguir a la manada aunque nos lleve al precipicio.

El problema de imitar y no pensar antes de decidir es que cortamos la posibilidad de generar alternativas válidas que tal vez sean más correctas que las que están de moda.

5. Precipitarse y arriesgar más de lo necesario
Antes de decidir precipitadamente, hay que analizar si la decisión es realmente urgente. Solemos decidir con prisas porque así nos quitamos los asuntos de en medio y pensamos que somos eficaces. De esta manera, lo único que hacemos es arriesgar innecesariamente.

La causa directa del accidente de Chernóbil fue un riesgo innecesario durante una prueba de interrupción de la electricidad. Al querer aumentar la seguridad, se consiguió justo lo que se quería evitar: la explosión del reactor. No había ninguna necesidad ni urgencia por hacer esa prueba y sin embargo se hizo, arriesgando demasiado.

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Este blog es una ventana donde asomarse al futuro del mundo de los negocios globales. Un espacio donde expertos del IESE comparten sus últimas e innovadoras investigaciones y opiniones entorno a la dirección de empresas. Ideas con un impacto real y transformador, no solamente en los negocios, sino también en las personas. Porque en management las personas deben ser el núcleo de las empresas, dando a los directivos la responsabilidad de influir positivamente en la sociedad.

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