Por Lluís Soldevila, profesor del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de ESADE.

El mundo en que vivimos es volátil, incierto, complejo y ambiguo, es decir, un mundo VUCA, según sus siglas en inglés (volatility, uncertainty, complexity y ambiguity). Este término ha sido adoptado por líderes de todos los sectores de la sociedad para describir la naturaleza del nuevo escenario en que operan.

En efecto, la realidad digital de hoy en día es muy volátil, y resulta muy difícil predecir el impacto que tendrá. En el campo de la tecnología, voces dignas de credibilidad no han sido capaces de prever la volatilidad: “En el mundo, hay mercado para cinco ordenadores”, afirmó en su día Thomas Watson de IBM (1943). O “640 kb serán suficientes para todo el mundo”, pensaba Bill Gates, que además estaba convencido de poder eliminar el spam en dos años. Corría el año 2004.

Sea como fuere, lo importante es comprender que estamos en un entorno volátil, donde los cambios se suceden de forma rápida, a gran escala y de forma impredecible. Cuando una tecnología revoluciona tu negocio o tu vida, no solo te permite hacer las cosas más rápido y de forma más barata, sino también de una manera distinta: velocidad, cambio y volatilidad.

Otro concepto que adquiere importancia es el de la incertidumbre. El futuro no es predecible y, en los actuales escenarios digitales, hacen falta líderes que puedan transmitir una visión. En este entorno incierto, la información importante la desconocemos, o bien es dudosa, o bien no dura mucho tiempo, o bien no es clara. Por tanto, es muy difícil dar una respuesta sin esta información. En consecuencia, están apareciendo nuevas herramientas, como el design thinking y el desarrollo ágil, que buscan revolucionar la manera en que los líderes crean, refinan y aportan nuevas ideas al mercado en condiciones de gran incertidumbre.

Los retos afectan muchos ámbitos. No existe una solución única ni simple. Y es que, en el mundo digital, todo está interconectado. Vivimos en contextos multisistémicos, en que las situaciones presentan muchas variables. Chris Gerdes, profesor de la Universidad de Stanford, dirige un laboratorio de investigación que experimenta con un hardware sofisticado y con un software para la conducción autónoma. Junto con Patrick Lin, profesor de la California Polytechnic State University, analiza los dilemas éticos que podrán surgir cuando la conducción autónoma se despliegue en el mundo real. Ingenieros y filósofos están intentando implementar configuraciones éticas en el software que controla los vehículos autónomos. Por ejemplo, ¿qué debe hacer un coche sin conductor cuando ha de decidir si caer por un precipicio o arrollar a una persona? Ello refleja nuevos problemas éticos que se derivan de los cambios tecnológicos.

Al no existir una conexión clara entre la causa y el efecto, la complejidad crea confusión: hay demasiadas variables de decisión, demasiados agentes, demasiadas interacciones. Se precisa una adaptación y, como la evolución se crea por distintos elementos, faltan pistas. Si a todo esto le sumamos un entorno cambiante, la realidad puede resultar realmente difícil de gestionar.

La existencia de múltiples fuentes de información, de lo que interpretamos de las mismas, nos lleva a no tener seguridad. Hace falta disponer de un contexto para entender el entorno. Las cosas pasan a tener un significado distinto en función del entorno, y ello nos condiciona. Un ejemplo es el de las redes sociales. El algoritmo de Facebook condiciona lo que ve en el muro, lo cual hace que los usuarios se retroalimenten y se alejen de una visión más completa.

La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea es un buen ejemplo de VUCA, por la situación posterior que ha generado. Al igual que con la victoria electoral de Donald Trump, el statu quo se ha modificado de manera asombrosa. Vivimos y nos movemos en un entorno social, político y económico interconectado y en transformación constante.

En la actualidad, los líderes deben tomar decisiones con mayor rapidez y procesar grandes cantidades de información, y ello en un entorno más interconectado. Podemos pensar que a cada generación le ha ocurrido lo mismo en cada período de la historia, pero la realidad es que durante muchos siglos el mundo era predecible. Ahora necesitamos trabajar con una mentalidad diferente, en que lo importante es enfocarse no en lo que es probable, sino en lo que es posible.

Estamos acostumbrados a simplificar la complejidad a través de normas, patrones y buenas prácticas (best practices). Trabajamos con datos absolutos, claros, cuantificables. Y, hasta que no los tenemos, no tomamos nuestras decisiones. Cuando había caos y volatilidad, tratábamos de crear orden, pero ahora hemos de acostumbrarnos a vivir en el mundo VUCA. ¿Cómo lo haremos? Identificando los rasgos del líder digital que nos permita dar este salto.

El liderazgo digital requiere un cambio de mentalidad. Si bien la transformación digital se centra principalmente en los procesos y en la tecnología, la clave es convertir nuestro mindset en un mindset digital.

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