Es claro que en nuestro país estamos sufriendo de manera importante los efectos de la crisis financiera internacional y un significativo proceso de contracción económica.
Nuestras exportaciones se han reducido sustancialmente, el turismo se reducirá de forma muy importante durante el 2009, los ingresos fiscales se han deteriorado de manera muy significativa a finales del 2008 y en los primeros meses del 2009 y el índice de actividad económica muestra u deterioro interanual de la producción nacional.
Todos estos indicadores, muestran claramente que los efectos de la crisis económica mundial se están sintiendo con mucha fuerza. La construcción privada está prácticamente paralizada y no son pocas las empresas que han optado por no aumentar los salarios nominales de sus trabajadores, lo cual implica un reducción real en el salario de esos trabajadores dado el ritmo de inflación.
Para aquellos que en algún momento creyeron que la crisis internacional no nos afectaría (o que lo haría poco), todo esto debe resultar una (inesperada) llamada a la realidad. En economías pequeñas y abiertas como las nuestras, que han luchado en los últimos 30 años por integrarse a un mundo cada vez más globalizado e internacional (como debe ser), no puede pretender beneficiarse de esa apertura cuando las cosas van bien en el contexto internacional, pero estar vacunada contra los efectos negativos que pudieran producirse cuando las cosas van mal en el resto del planeta.
De cara al futuro, entonces, quizás la gran pregunta que empresarios, comerciantes, autoridades públicas y consumidores en general estamos más interesados en responder ahora es cuándo podremos ver signos de recuperación económica en nuestro país. Por supuesto que esperar una respuesta precisa, es demasiado esperar: la verdad es que probablemente podamos decir que la crisis ha acabado sólo cuando nos encontremos en un período de franca recuperación y el hecho sea más que evidente para todos. Lo que sí pareciera que puede afirmar es que el fenómeno afectará (lamentablemente) a los países desarrollados todavía por un buen rato y, en mi opinión, a nuestras economias (muy lamentablemente) por un período incluso más prolongado. Existen varias razones para pensar de esa forma.
En primer lugar, poniendo a mi país Costa Rica como ejemplo, no tiene acceso a los recursos fiscales que tienen países como Estados Unidos para paliar los efectos de la crisis en empleo y producción, así como para apoyar el funcionamiento de sus sistemas financieros (en cuyas falencias y excesos parece radicar buena parte del origen de la crisis mundial). Estados Unidos ha destinado cantidades astronómicas, tanto en términos absolutos como relativos, a estimular su economía incrementando el gasto fiscal, a apoyar a su sistema financiero, y a rescatar a las empresas que enfrentan dificultades.
Nuestras autoridades fiscales y monetarias, simple y sencillamente no tienen acceso a ese tipo de recursos para estimular la economía local, apoyar a las empresas que pudieran experimentar dificultades, así como para socorrer y revitalizar el sistema financiero para evitar que la llave del crédito se cierre.
En segundo lugar, nuestro sistema financiero es mucho menos dinámico que el norteamericano y tardará más en otorgar y asignar los recursos que necesitan los proyectos rentables y las empresas con buenas expectativas futuras. Las empresas y empresarios norteamericanos tienen un menú mucho más amplio al que pueden recurrir para financiar sus emprendimientos. Además del acceso a los mercados de capital, existen en ese país fondos de capital de riesgo, fondos de capital privado, los llamados inversionistas ángeles e incluso fondos de cobertura muy desarrollados y sofisticados que entrarán en escena apenas comiencen a aparecer síntomas de recuperación en la economía norteamericana.
Nuestros empresarios y emprendimientos no tienen acceso a todas esas fuentes (¿poco?) tradicionales de financiamiento, por lo que nuestras empresas y proyectos dependen en mucho mayor grado del financiamiento bancario para poder conseguir los recursos necesarios para su ejecución. Adicionalmente, ante la imposibilidad de recibir mayor apoyo gubernamental, es esperable que los bancos del sistema financiero muestren un conservadurismo excesivo en sus operaciones crediticias (cosa que efectivamente parece haber estado sucediendo durante los últimos meses).
Como consecuencia de esto, es probable que los proyectos y empresas en nuestra economía continuarán teniendo bastante dificultad para financiarse, cuando menos hasta que la recuperación económica en Estados Unidos (y en resto del mundo desarrollado) sea más que evidente y como consecuencia de ello, nuestros intermediarios financieros vuelvan a otorgar crédito con mayor fluidez.
Finalmente el 2009 será año preelectoral en varios países. La incertidumbre que la elección presidencial y sobre todo, de su resultado, producirá que las empresas sean más precavidas en sus decisiones de inversión y expansión y que los consumidores sean más comedidos en el consumo, cuando menos hasta después de las elecciones.
La recuperación de la crisis en Estados Unidos, cuando menos de acuerdo a la mayoría de las opiniones de los analistas económicos, no se producirá, en el mejor de los casos, antes que acabe el 2009, y si no ocurre así, tendremos que esperar hasta la primera mitad del 2010.
Como consecuencia y a la luz de los argumentos anteriores, no podremos realmente esperar ver signos de recuperación económica sino hasta la segunda mitad del 2010 o incluso después. Yo quisiera que las cosas fueran distintas y que mucho antes de eso podamos ver signos evidentes de mayor actividad económica y una franca salida de la crisis, pero todo pareciera indicar que tendremos todavía que esperar cuando menos año y medio más para empezar a ver la luz al final del túnel.
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