Gestión de Carrera

Redacción: La diferencia entre un “egecutibo” y un ejecutivo

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No son todos, claro está. Pero hay muchos profesionales -como ingenieros comerciales, industriales o contadores, por ejemplo- que tienen dificultades para escribir correctamente. Faltas ortográficas, errores de sintaxis y poca claridad al expresar en el papel sus ideas, son vicios recurrentes. ¿Pueden revertirlo? Sí, es una técnica que se aprende. ¿Tienen responsabilidad las universidades y escuelas de negocios? También, por eso expertos sugieren aumentar los cursos respectivos y hacerlos obligatorios.

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“En mi ex trabajo veía no sólo errores, sino que horrores ortográficos. Hay uno que recuerdo especialmente porque me dio vergüenza ajena”, dice un periodista que se desempeñaba como asesor comunicacional en una compañía del rubro financiero. Continúa su relato: “parte de mi labor, precisamente, consistía en corregir esos documentos. Pero un día un gerente, que tiene en su currículo un MBA, envió un correo en el que decía 'el reemposable', queriendo decir 'el responsable'. No fue un mal tipeo; él creía que, efectivamente, la palabra se escribía así porque unas líneas más abajo lo repitió: 'el reemposable'”.

Ese mail, cuenta el reportero, iba con copia a otros altos mandos de la empresa y, por cierto, al gerente general. “Lo molestaron y bromearon muchísimo”, agrega. No obstante, por muy gracioso que pueda resultar, esto no es para la risa. Una buena ortografía, sintaxis y un lenguaje amplio son virtudes que pueden hacer la diferencia entre un ejecutivo y un “egecutibo”. De eso depende incluso que los subalternos “no entiendan las órdenes que da este jefe que no se sabe expresar”, declara Verónica Arosemena, periodista y directora de la consultora Comunicare, que en Ecuador imparte cursos de redacción corporativa.

Si bien el citado es un caso de mala ortografía extrema, es sabido que la calidad de la redacción no es una prioridad en la formación de ingenieros comerciales o industriales, auditores u otros profesionales del mundo empresarial y las finanzas. Por cierto, no todos escriben mal. Pero de que los hay, los hay.

Arosemena lo planteaba dos párrafos más arriba. De una escritura deficiente puede emitirse un mensaje confuso, que dé pie instrucciones erróneas, o que definitivamente no sea entendido. Ejemplos de esto hay muchos, tanto que han inspirado a la literatura. En el texto “La coma, esa puerta giratoria del pensamiento”, el gran Julio Cortázar propuso el siguiente y notable ejercicio:

“Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda / Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer / Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene”. (En este momento, el lector puede retroceder y efectuar lo sugerido por Cortázar).

Otro ejemplo. Cuenta la historia que en la antigua Grecia un guerrero fue al Oráculo de Delfos para preguntar si debía, o no, acudir a un combate. La respuesta fue: “Irás. ¿Volverás? ¡Nunca! En la guerra perecerás”. Sin embargo, el militar entendió esto: “Irás. Volverás. Nunca en la guerra perecerás”. Convencido de su buena estrella, concurrió a la brega. Jamás regresó.

No se trata de que todos sean Pablo Neruda o Gabriel García Márquez o Jorge Luis Borges. Se trata, simplemente, de expresarse correctamente y con claridad. De lo contrario, se corren riesgos: “escribir con faltas ortográficas afecta la imagen personal y profesional. También impacta en la imagen de la empresa”, enfatiza Arosemena, aludiendo a que, a diario, son cientos los correos y documentos que emanan desde una corporación, ya sea hacia el interior como al exterior de la misma.

Y es que, ¿qué pensaría el presidente del directorio de una empresa que recibe una carta de su gerente general en la que le dice “yo, como 'reemposable' de la gestión de la compañía...”? O Bien, ¿un headhunter se atreverá a citar a entrevista laboral a un individuo que en su currículo se destaca como un “profecional prohactivo”? Difícil. Muy difícil.

Juan Navarro, académico especializado en lengua y literatura del Instituto Peruano Acción Empresarial (IPAE), ha sido solicitado para capacitar en estos contenidos en diversas firmas. La mayoría, indica, son mineras con presencia global. “Son todos ingenieros (los asistentes a esas clases). Aunque no veo tanto problema con la redacción, los niveles de ortografía son bajos, en la acentuación, en el exceso del uso de monosílabos y el orden de las ideas”, comenta.

Las causas

Las razones que explican la mala escritura son variadas. Por una parte, está el factor tiempo. Como en las compañías los ejecutivos siempre están apurados, muchas veces no tienen la posibilidad de detenerse a corregir lo mal tipeado o lo que los predictores de texto plasmaron por defecto. Otro factor que puede estar influyendo es la mensajería celular, los servicios de chat o las aplicaciones de conversación para móviles, pues se han ido adoptando modas y neologismos ocupados en esos sistemas, destaca Arosemena.

Por otro lado, y quizás lo más importante, es que hay una formación deficiente en este ámbito. En la mayoría de las universidades o escuelas de negocios el énfasis, para las carreras o posgrados mencionados, está puesto en lo estrictamente técnico: en los contenidos económicos, en los conceptos financieros, en la tributación, en las estrategias de management, en los modelos de negocios, en las posibilidades de inversión, etcétera. Ergo, materias como la redacción quedan de lado.

“Una de las causas es que no reciben la capacitación respectiva durante sus estudios universitarios”, asegura Ricardo Palmieri, magíster en comunicación que en la Universidad de Palermo, en Argentina, imparte el curso de redacción corporativa y que es impulsor de la consultora Redacción: Palmieri.

“La segunda es que muchos creen que escribir bien es un don literario, cuando en verdad es una técnica que la puede aprender cualquiera. Los que redactan mal no es que no sean capaces de hacerlo bien, sino que no fueron capacitados”, complementa el experto, que además es docente en las universidades de San Andrés y La Sabana, en Argentina y Colombia, respectivamente.

Algunas casas de estudio, de pre y posgrado, han implementado talleres optativos de expresión oral y escrita. No obstante, no son todas. Tampoco la mayoría. De hecho, son las menos.

En esos cursos, consigna Palmieri, lo que se intenta es que los alumnos entiendan que “escribir bien es tan valioso como hacer un buen cálculo para un ingeniero, o un buen balance en el caso de un contador. Cuando uno internaliza la importancia de la escritura, luego comienza a hacerlo mejor”.

Las soluciones

En todo caso, si un ingeniero u otro profesional tiene ortografía o sintáxis deficientes, tiene alternativas para mejorar o solucionar dudas rápidamente. Hay múltiples herramientas en Internet como el diccionario y otros textos de la Real Academia Española (RAE) y los foros de consulta de las academias de la lengua en los países de la región, a los cuales también se puede contactar por correo electrónico o vía telefónica.

No es todo. Hay consultoras independientes que ofrecen capacitaciones a empresas, que van desde las formalidades más básicas para la elaboración de un correo electrónico hasta cursos de redacción corporativa más avanzados.

También hay universidades o escuelas de negocios que han ido incorporando talleres en sus programas de formación continua y, aunque la mayoría son optativos, la idea es sacarles provecho. Sin embargo, en esto hay un desafío para esas instituciones educativas, comenta Palmieri: “además de ser obligatorio, estos cursos deben estar dictados de un modo que cautiven a esos profesionales porque, si vamos a enseñar reglas ortográficas, estamos perdidos. Tiene que ser en modalidad taller, con práctica”.

Coincide el profesor Navarro, manifestando que en los cursos que imparte en la Universidad Cayetano Heredia ha ido adaptando la metodología, de modo de ingresar “subrepticiamente la acentuación general, las normas de redacción, las formas de escribir un correo electrónico y los vicios idiomáticos, principalmente”. Según cuenta, estas instancias son muy útiles y, al poco tiempo, se registran mejoras.

Como sea, ya está claro. Si alguien está consciente de esta debilidad, ya no tiene muchas excusas para seguir siendo un “egecutibo”.

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