Responsabilidad Social Empresarial

Ayuda benéfica, la forma más antigua de RSE

0
ayuda_social.jpg

Antes de que surgiera siquiera el concepto de responsabilidad empresarial, las organizaciones ecuatorianas ya buscaban alternativas para ayudar a la sociedad.

Inscríbase en nuestros newsletters

Por

Antes de que surgiera siquiera el concepto de responsabilidad empresarial, algunas empresas ya buscaban alternativas para ayudar a la sociedad. Para prueba, basta la abrumadora participación de compañías ecuatorianas en los teletones organizados cada diciembre para apoyar distintas causas benéficas.

Lo que ha cambiado es la organización: hoy cada empresa dirige recursos a instituciones o programas específicos, y otras, en cambio, han preferido formar directamente sus propios proyectos y hasta fundaciones sin fines de lucro, como Banco Pichincha y Plasticaucho. La primera estableció en 1994 una fundación con su nombre que cinco años después fue rebautizada como Crisfe. Este organismo se enfoca a mejorar la calidad de la educación desde diferentes puntos de vista: mantiene, por ejemplo, un programa de perfeccionamiento para docentes que trabajan en zonas rurales y urbano-marginales de Manabí, Esmeraldas, Guayas y Pichincha; y otro de inserción escolar a través del bachillerato virtual que ha beneficiado a 275 personas de poblaciones como Penipe, Catamayo o Saraguro. Además mantiene una red nacional de 22 Faros del Saber Ciudadano, para fortalecer las capacidades y competencias ciudadanas en comunidades de ocho provincias.

Un total de 2.721 personas han participado en estas capacitaciones que cuentan con el apoyo de gobiernos locales y de Microsoft, que donó US$42.000 y más de US$900.000 en software a los proyectos de Crisfe, dice Augusta Bustamante, directora ejecutiva de la fundación y gerente de Responsabilidad Social de Grupo Diners Club Banco Pichincha.

En 2008, el abanico de Crisfe alcanzó a más de 10.000 beneficiarios directos y 82.000 indirectos a nivel nacional. Por su parte, Plasticaucho estableció la fundación Cuesta Holguín en 1992 para trabajar en desarrollo comunitario campesino, educativo, de salud y en particular con personas con discapacidad de la provincia de Tungurahua.

Pablo Cuevas, director ejecutivo de la fundación, detalla que desde 1995 estos programas pasaron al plano de la acción al coordinar ayudas médicas para personas con capacidades especiales. Adicionalmente han equipado el Centro de Internet de la Asociación de Personas Pléjicas de Tungurahua (Asoplejicat); apoyaron económicamente para dotar de audífonos y pilas a los niños del Instituto de Educación Especial Doctor Camilo Gallegos; abastecieron de material didáctico al Instituto de No Videntes Cardenal Julios Doepfner, entre otros. Se suma la inserción sociolaboral de personas con capacidades especiales, que llevan a cabo desde 2003.

“Este proyecto nace debido a la necesidad de trabajar que nos planteó una persona no vidente”, dice Cuevas. El plan es cofinanciado por la Misión Cristiana de los Ciegos, con sede en Alemania, y ha beneficiado a 235 personas.

Unidos somos más. Otra empresa que dedica esfuerzos a las personas con discapacidades es Yanbal. El gigante de cosméticos destina más de US$112.000 anuales a la Fundación Olimpiadas Especiales, en apoyo de niños y jóvenes atletas. El vínculo con la fundación data de 2001 y su impacto ha llegado a 120.000 personas, entre deportistas y sus familias. En este esfuerzo están comprometidas, además, las consultoras, dice Adriana Martínez, coordinadora de Comunicaciones de la empresa. “De forma desinteresada miles de consultoras y directoras de Yanbal se han convertido en el principal canal de comercialización de las tarjetas de Navidad, cuyos diseños son plasmados por niños y jóvenes especiales”.

Anualmente generan US$140.000 por la venta de tarjetas, que permiten levantar escuelas para adolescentes especiales de escasos recursos. Ya se han edificado 10 centros en Guayaquil, Quito, Cuenca, Machala y Shushufindi, entre otras localidades, cada uno a un costo de alrededor de US$130.000.

Por la educación de la niñez también se preocupa Diners Club, que mantiene programas destinados a la población rural y para los que cada año eleva en 21% el presupuesto destinado a los mismos.
Para mejorar el nivel precario de formación de 250.000 niños que asisten a cerca de 6.000 escuelas unidocentes del campo, Diners creó una alianza con Unicef, en 2001.

Otras acciones son el programa de inclusión escolar de niños involucrados en la mendicidad y el proyecto Sinfonía por la Vida, que en convenio con la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil promueve la enseñanza de música clásica. En total son más de 31.000 niños, más de 1.000 maestros y cerca de 8.000 escuelas los beneficiados.

Únase a la conversación