Como en todos los planes de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), cuando estos están dirigidos a los grupos de interés internos o externos, éstos deben preocuparse de dar respuesta a sus intereses y expectativas. Deben generar relaciones de ganar-ganar.
Ello es aún más cierto cuando los programas se diseñan para uno de los principales grupos de interés de la empresa: sus trabajadores. Estos planes no pueden ser creados ni ideados dentro de cuatro paredes o por dos o tres personas que “creen” saber lo que sus trabajadores quieren o esperan. Ese es un gravísimo error que se comete en la construcción de muchos programas dirigidos para los empleados.
Las empresas chilenas están cada vez más concientes de esta realidad, puesto que por muchos años ellas se esforzaron por entregar un amplio plan de beneficios a sus trabajadores, pero al realizar encuestas sobre clima laboral se daban cuenta que esos esfuerzos no estaban siendo valorados. Y en gran parte ello se explicaba por el hecho que no respondían a las reales necesidades, intereses o expectativas de sus trabajadores.
En general, cuando las empresas diseñan programas dirigidos a los trabajadores, buscan mejorar la calidad de la vida laboral. Con ello se pretende lograr, entre otros beneficios, aumentar la lealtad de los trabajadores, fomentar la atracción y retención de talentos, disminuir los costos (baja rotación y disminución del ausentismo), aumentar la producción, diferenciación, mejora de imagen y reputación.
En este contexto, una de las principales demandas de los trabajadores chilenos, es el poder contar con programas de conciliación de trabajo-vida personal. La explicación: según estudios internacionales, Santiago se encuentra entre las ciudades donde más horas se trabaja en todo el mundo con 2.077 horas por año, por sobre el promedio mundial de 1.844 horas. Lo que no se condice con nuestro nivel de productividad ni con el lugar que ocupamos en el ranking de competitividad país.
Si una empresa tiene claro que contar con trabajadores contentos impacta directamente en su productividad, el implementar políticas de conciliación trabajo-vida personal, debería ser una de las primeras acciones a tomar y además no requiere grandes inversiones, ya que en concreto ello se puede traducir en acciones tales como: organización de turnos, ofrecimiento de horarios diferenciados de ingreso y salida, permisos programados para capacitación o desarrollo de proyectos personales, permisos por responsabilidades familiares entre otros.
Hay que recordar un dato muy importante: para la opinión pública chilena, la RSE parte por casa y ello se refleja en datos como el que nos entrega la encuesta Mori 2008, sobre percepciones de los consumidores sobre RSE, en la que el 93% de los encuestados estimo como condición necesaria para considerar a una empresa socialmente responsable, el que demuestre su preocupación por la calidad de vida de sus trabajadores.
En esta línea, es posible afirmar que desarrollar programas de conciliación trabajo-vida personal reditúa en la empresa, al menos en fortalecimiento de imagen de marca, aumento de la reputación, lealtad de los trabajadores y aumento de la productividad.
Entonces, manos a la obra, se requiere poca inversión y se rentabiliza con creces.
Únase a la conversación